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sábado, 26 de novembro de 2016

LA HABANA BUSCA LIMPIAR LA IMAGEN EN ZONAS COMERCIALES





RENATO SANTOS 26/11/2016 

Diário de Cuba

Famosa por sus caóticas calles llenas de peatones que cruzan por cualquier parte mientras esquivan los vehículos, de balcones que descargan agua sobre las aceras y avenidas en las cuales hay que gritar para entenderse entre la música de reguetón y los claxonazos, La Habana quiere ahora limpiar su imagen.


Para ello, el Gobierno provincial aprobó un reglamento urbano para los alrededores de 34 zonas comerciales que busca revertir el deterioro urbano tras décadas de crisis y hacerlas más agradables.
"Realmente se ve el deterioro", dijo a la AP Mileidis García, una trabajadora independiente que vende piñatas y adornos para fiestas de cumpleaños en los alrededores de Carlos III, uno de los mercados más concurridos de La Habana y que estará sujeto por la nueva ordenanza.
"Las calles también están sucias", agregó mientras mostraba cucuruchos de maní, envoltorios de galletas, bolsas plásticas, latas de refresco y colillas de cigarrillos amontonadas a un costado de su acera.
La basura en las esquinas, las fugas de agua y los escombros acumulados suelen ser una de las quejas más frecuentes entre los habitantes de la capital de dos millones de residentes y una situación a la cual las autoridades no han hallado solución.
"Como no hay sentido de pertenencia, no es tu casa, es la calle", reflexionó García. "Pero la ciudad es tu casa también".
Las áreas donde hay mercados suelen abarrotarse de transeúntes en busca de productos básicos. Además, las reformas económicas de Raúl Castro hicieron que en esas zonas también florecieran cafeterías, restaurantes, talleres de reparación o venta de ropa o artículos de fiesta como el de García.
El nuevo reglamento urbano para las inmediaciones de las zonas con alta concentración de comercios estableció que se colocarán cestos de basura para los peatones, se remozarán las paradas del transporte público, se barrerá hasta tres veces por día las aceras y se reforestarán las avenidas, según dijo recientemente a medios estatales Isabel Hamze, vicepresidenta de la Administración Provincial en La Habana.
También dijo que se garantizaría un alumbrado permanente y realizarán controles en los locales donde se expendan o vendan alimentos. Se prohibirá la venta de bebidas alcohólicas a granel, se decorarán vidrieras y se dará mantenimiento a las fachadas, además de que se planea retirar a los vendedores callejeros.
El anuncio de las nuevas regulaciones se hizo a mediados de noviembre, aunque hasta ahora ningún vecino o emprendedor en esas áreas ha visto un cambio radical. Reportes oficiales en la prensa señalan que las medidas se abordarán en las próximas semanas en las Asambleas de Rendición de Cuentas.
Una solicitud de la AP para obtener una entrevista con funcionarios locales no fue atendida.
El deterioro de la ciudad se aceleró en la década de 1990, tras la caída de los aliados comunistas del Gobierno cubano de Europa del Este y se endurecieran las sanciones impuestas por Estados Unidos.
Las autoridades han rehabilitado en los últimos años varios edificios, casas y calles, pero muchos otros lugares permanecen en ruinas.
"Hoy La Habana se está cayendo", protestó Ramón Sánchez, un cuidador de automóviles de 60 años. Antes la ciudad "estaba limpia, había más educación, más formalidad".
"Para eso se hizo una revolución. Me gustaría que mi Habana fuera como era, limpia", protestó Sánchez.
Las nuevas reglas, sin embargo, buscan no sólo mantener a raya la basura que genera la ciudad y la falta de cultura de sus habitantes que tiran sus desechos al suelo. Las autoridades también quieren detener las construcciones ilegales como el agregado de habitaciones o garajes a las viviendas sobre las aceras y restringir el uso de los altoparlantes.
El Gobierno ha prometido aplicar multas a quien viole las normas. Y los ciudadanos esperan que los reglamentos no sean solo una campaña de invierno.
"Lo que hace falta es que esto no se quede en el papel, que se cumplimente, que se realice", dijo Francisco Reyes, un empleado de mantenimiento de 60 años. "Es por el bien de todos".

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