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segunda-feira, 14 de agosto de 2017

¡DICTADURA PURA Y DURA! Torturas de estado en Venezuela: Golpes, amenazas y disparos a quemarropa





RENATO SANTOS  14/08/2017  “Ahora ni en tu casa estás protegido porque te tumban las puertas”, los venezolanos narran la persecución policial que sufren los manifestantes que salen a la calle para plantar cara al chavismo, reseña el portal El Español.


Por Patricia Marcano | Caracas
“¡Abran, malditos! ¡Abran la puerta!”. A las 4:30 de la mañana del jueves 1 de junio, los gritos cargados de maldiciones y golpes a rejas y puertas, propinados por un centenar de hombres armados, vestidos de negro y con pasamontañas que apenas dejaban ver sus ojos, acabaron con el sueño de los habitantes del sector La Cruz, una pequeña zona popular enclavada en el bastión opositor del área metropolitana de Caracas, el municipio Chacao, al este de la capital venezolana.

Como si los gritos e improperios fuesen parte de un mal sueño, Alexander Escorche se levantó sobresaltado de la cama, sin entender nada. Por la insistencia se dirigió a la entrada principal de su casa y al abrir la puerta de madera que antecede a la reja, se encontró con un arma de fuego que lo apuntaba a su cabeza y unas luces de linternas directas a su rostro. “¡Abre la puerta, maldito! ¡Ábrela, ábrela!”, le gritaban, pero entre el nerviosismo de buscar las llaves para que no le tumbaran la reja y asimilar que no era un sueño sino un real allanamiento a su vivienda, Escorche fue sorprendido por otro contingente que sí logró tumbar las puertas de la entrada secundaria a su casa, y entrar.
“Prácticamente me emboscaron, eran más de 10 hombres vestidos de negro como ninjas, sin identificación, dentro de mi casa y otros más desde afuera. Tumbaron la puerta y me sometieron”, cuenta Escorche. Lo tiraron al suelo, mejilla contra el piso y uno de los hombres montó su bota sobre el cuello, pisándolo, para que no intentara levantarse. Eran funcionarios de la Fuerza de Acciones Especiales (FAES) de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), pero de eso se enteraron cuando los efectivos se fueron, horas después, y algunos vecinos pudieron salir y ver los vehículos en los que se retiraban.
Este tipo de allanamientos violentos a viviendas, así como las torturas, los malos tratos a las personas detenidas en relación con las protestas antigubernamentales que se desarrollan en Venezuela desde el 1 de abril de este año, el uso generalizado y sistemático de fuerza excesiva y las detenciones arbitrarias contra los manifestantes, forman parte de un patrón de violaciones de derechos humanos que Naciones Unidas ha identificado en Venezuela, y los ha llevado a emitir un comunicado en días recientes, el martes 8 de agosto.
En él se presentan las conclusiones a las que han llegado un equipo de expertos desplegados por la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, quienes a distancia lograron entrevistar a 135 venezolanos, entre el 6 de junio y 31 de julio, incluyendo víctimas, familiares, testigos, paramédicos, abogados, organizaciones de la sociedad civil, periodistas, un funcionario de la Fiscalía General de Venezuela y la revisión de un informe enviado por el Defensor del Pueblo.
Persecución a los manifestantes
Los funcionarios de seguridad que allanaron la vivienda de Escorche el 1º de junio, sin orden judicial, procedieron a hacerle un interrogatorio luego de someterlo, con preguntas que buscaban incriminarlo y que iban acompañadas de golpes y manotazos en la cabeza sin importar las explicaciones él les diera.
“Me preguntaron ‘¿tú marchas?’, y les respondí que no, que si lo hiciera eso no era un delito pero que les aseguraba que no. Allí me dijeron que tenían videos donde yo salía marchando, que si me los mostraban, y les respondí que me lo mostraran porque yo no marchaba”. Aunque vive en el ojo del huracán de las protestas, a pocas calles de la emblemática Plaza Altamira, Escorche, de 36 años, explica que tiene un problema de salud que le impide hacerlo (un desgaste de los cartílagos de las rodillas). Eso se lo explicó a los funcionarios.
En el registro a su casa consiguieron una bandera de Venezuela debajo de su cama, envuelta junto a unos carteles de la gira de la cantante colombiana Shakira, del año 2006 (Escorche cuenta ser tan fanático de ella y que años atrás, cuando la situación económica de Venezuela era otra, procuraba ir a sus conciertos en el exterior).
“¿Esta es la bandera con la que marchas? Habla, maldito, habla. Tú eres guarimbero”, recuerda que le dijeron. “Guarimbero” es el término con el cual el chavismo califica a los opositores que protestan trancando calles y usan bombas caseras para enfrentar la los guardias que los reprimen. También lo negó entre los manotazos que recibía en la cabeza, y aclaró que la bandera estaba autografiada por un músico venezolano que acompañó a Shakira en esa gira. Vieron la firma y descartaron esta “prueba”.
Lo siguiente que encontraron en su casa fue una tabla de madera, del tamaño de una puerta. “¿Este es el tablón que usas para los escudos?”, le inquirieron en alusión a los escudos que suelen usar los jóvenes que se enfrentan a la Guardia Nacional cuando inicia la represión en cada marcha. Siguieron más golpes para que hablara y siguió otra explicación: era una tabla que usaba para tapar la biblioteca y evitar, así, que su perro le tumbara los libros.
“Ellos seguían golpeándome, diciéndome cosas para culparme, sin pruebas, y me atacaron los nervios. El pavor me invadió tanto que pegué mi barbilla contra mi pecho y cerré los ojos, y esperé, porque ya era una eternidad lo que estaba sucediendo. En 2009 sufrí un secuestro exprés, los golpes y las capuchas me hicieron revivir ese momento, pero mejor me trataron los secuestradores en 2009 que los funcionarios del Gobierno ese día en mi casa”.
No se lo llevaron detenido ni lograron incriminarlo en nada, pero su casa quedó totalmente destruida: tumbaron puertas, vaciaron gavetas, levantaron colchones y saquearon. Los policías se robaron sus equipos de trabajo (dos tabletas y dos teléfonos móviles), sus dos anillos de graduación y su cadena de bautizo. Eso pudo identificar al momento. A medida que va necesitando cosas en su casa, se va dando cuenta de qué otros objetos se llevaron. Escorche es periodista, fue reportero por más de 10 años y desde hace más de tres labora en el área de comunicaciones corporativas.
“Después de esto vivo y no vivo en mi país. Ahora ni en tu casa estás protegido porque te tumban las puertas, algo que ni el hampa te había hecho. Desde ese día me levanto todos los días a las 4 am y puse una alarma a esa hora, que se repite cada 15 minutos, para poder estar despierto por si regresan”, confiesa.
Acciones sistemáticas
Después de este allanamiento realizado en esa zona popular de Chacao (este de Caracas), inició una oleada en varias urbanizaciones de la capital, sobre todo en el oeste (municipio Libertador, dirigido por el alcalde chavista Jorge Rodríguez) y en las principales ciudades del país, aunque ya en la primera semana de abril los ataques a residencias se denunciaron por primera vez en Barquisimeto, ciudad del occidente de Venezuela que hoy suma 70 acciones contra residencias.
“Tristemente se hizo costumbre”, dice Escorche, no solo por la ejecución en otros estados sino en su propio sector, una pequeña vecindad de unas 150 viviendas donde vive gente humilde y a donde han regresado al menos 10 veces en dos meses. A su casa han ingresado en dos ocasiones más, a los 15 días y el 21 de julio.
Esta especie de rutina fue escalando en la saña de los funcionarios y destrucción de los bienes de uso común como ascensores y propiedad privada de los residentes afectados. Comenzó con el lanzamiento de gases lacrimógenos hacia los apartamentos ubicados en zonas donde se protestaba, incluso pacíficamente tocando cacerolas, y que continuó con la entrada a la fuerza a los apartamentos.
Una de las últimas acciones en Caracas ocurrió en la zona de Montalbán, el 27 de julio. Efectivos del Comando Nacional Antiextorsión y Secuestro (Conas) y de la Guardia Nacional ingresaron a varios edificios apuntando con sus armas largas a los residentes, entre ellas una señora de 76 años.

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