RENATO SANTOS 29/12/2017
La maratónica travesía de una venezolana que decidió emigrar por tierra
Elizabeth Rivera estuvo tres días insistiendo para la compra de un pasaje en autobús que la llevara a San Cristóbal, estado Táchira, para entonces cruzar la frontera con Colombia, la cual se ha convertido en la vía más fácil para emigrar del país… sin embargo, es toda una maratónica travesía.
Un gran número de personas llegan al terminal de pasajeros Flamingo, ubicado en el Parque Francisco de Miranda en Caracas, para adquirir sus pasajes, pero la lista para comprar tickets es de nunca acabar. Desde las 5:00 am todos exhortan: “¡La lista, la lista!”, reseñó el diario 2001.
En ese sentido, uno de los pasajeros que está desde las 8:00 pm del día anterior acotó que la vendedora de café del lugar ordena a las personas por destinos, pues adentro eligen cuántos autobuses viajarán debido a la falta de repuestos y el precio para adquirir los boletos. Aunque Rivera llegó al terminal a las 3:00 am, fue informada que la mujer apartó cupos para ser negociados.
Algunos cuentan que vendieron lo poco o mucho que tenían. Comparten, en anécdotas, el suplicio de buscar dinero en efectivo ante la escasez de billetes que, también, colapsó los puntos de venta.
Tras varios intentos y largos períodos de quejas, Rivera quien es especialista en Mercadeo, y madre de dos hijos, logró adquirir el pasaje que la llevará al estado fronterizo donde tiene previsto después agarrar una nueva unidad de transporte que la acerque más a su destino final que será Argentina junto a los 1.100 dólares que logró reunir, sin embargo, esta no es la primera vez que intentó emigrar ya que hace tres años fue a Panamá, pero no logró obtener un estatus legal para quedarse.
Ahora, también se subraya el duelo que viven padres, amigos y familiares en general, pues, las filas de estos centros de viajes están compuestos por personas que quieren salir del país, por lo que la sala de espera se llena de besos, llantos y bendiciones de quienes despiden a sus familiares antes de abordar.
Tras más de 12 horas en carretera y más de 900 kilómetros, la unidad llega a San Antonio del Táchira donde varían los medios, entre taxis, autobuses y ganas de caminar hasta llegar a la frontera y cruzar a Cúcuta, Colombia.
Elizabeth Rivera logró llegar al primer control migratorio donde un guardia se disponía a revisar su equipaje en buscar de “ron y cigarros”, pero ante el peso del mismo desistió de manera inesperada.
A unos 500 metros de este punto se encuentra la plaza donde quedan el Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería. Allí están los que “venden puestos” que te ayudan con los funcionarios del Saime para sellar el pasaporte y así “ahorrarte” las tres horas que dura el proceso, pero el pago por se debe hacer en bolívares, dólares o pesos colombianos.
Además, la cola para realizar el proceso no es la única dificultad por la que atravesó Rivera ya que la luz se fue en la localidad y se paralizaron los trámites por aproximadamente media hora. Aunque las oficinas del Saime trabajan hasta las 8:00 pm, eso no te asegura que te van a sellar el documento ese mismo día del lado colombiano, ya que existen filas similares.
Sumado a todo esto, surge un nuevo requisito: la compra de estampillas por Bs. 700, que solo se vende en un puesto ambulante ubicada a pocos metros. “No es necesario colocarla, es la tasa de salida que debes pagar”, responde la funcionaria a todo el que pregunta por la estampilla después de cancelar.
Luego de tres horas, Elizabeth llegó a la última taquilla donde fue cuestionada sobre si “¿su viaje para Colombia es turismo? ¿qué hará? ¿cuánto tiempo estará?”.
Tras pasar este punto, la mujer siguió su ruta por el puente Simón Bolívar, con una sonrisa de esperanza al ver cumplir parte de su meta después de cuatro días. Al llegar al otro lado, hay que hacer la fila de migración para sellar la entrada a la nación colombiana, tiempo que aprovecha Elizabeth para buscar el autobús que la llevará a su próxima parada que será Bogotá, donde tiene amigos que le darán posada, comida caliente y la posibilidad de bañarse.
Tres días y dos horas después de su salida de Caracas, Elizabeth entró a Colombia, esta vez sin mayores inconvenientes, ni preguntas. “Bienvenida”, le dijeron igualmente en Ecuador y Perú, donde vio a otros venezolanos estando algunos en situación de indigencia.
Según el reportaje del Diario 2001, solo en Chile presenciaría los insultos de una funcionaria a un par de jóvenes, a quienes llamó “chulos”, aunque a pesar de esto su viaje continúo hasta Santiago, donde pasó una noche con unos familiares para luego proseguir su trayecto hasta Buenos Aires, lugar al que arribó después de varias horas de camino y una temperatura de 5º centígrados.
Ante todo pronóstico y adversidad, Elizabeth logró su cometido, tal como otras personas salen del país en busca de un futuro mejor. En la actualidad, 190.000 venezolanos han recibido sus visas o permisos para regularizar sus estatus migratorios en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú y Uruguay, mientras aún otros siguen a la espera.
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