RENATO SANTOS 06/07/2016
MIAMI, Estados Unidos.- En una extensa entrevista concedida al suplemento Yodona del diario español El Mundo, una examante de Fidel Castro lo describe como “un narcisista” al que “le encantaba mirarse al espejo mientras se acariciaba la barba”.
Marita Lorenz era una veinteañ era en 1959, cuando llegó a Cuba en el barco que capitaneaba su padre. Fidel Castro visitó la embarcación, anclada en La Habana, y sedujo a la muchacha, que todavía describe al líder revolucionario como “el amor de su vida”.
Lorenz se fue de Cuba al poco tiempo, pero regresó invitada personalmente por Castro. Desde que volvió a la Isla y durante los próximos ocho meses, vivió con él en la suite 2408 del actual hotel Habana Libre.
Luego de haber convivido, Marita Lorenz está convencida de que a Fidel “le faltaba confianza en sí mismo”. Añade que “necesitaba ser adulado y mimado, como un niño pequeño”.
La mujer, que mantuvo años después una relación con el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, compara a Fidel Castro con aquel, en la intimidad: “no demasiado” buen amante, sino “más interesante durante las caricias que durante el acto sexual propiamente dicho, pero los dictadores son así”.
Preguntada sobre si es el resentimiento lo que la hace hablar así, Lorenz lo niega. “No le deseo mal alguno” a Fidel Castro, dice. “Al contrario. A su lado tuve la impresión de ser una reina”.
Marita quedó embarazada al poco tiempo de vivir en Cuba. Cuenta que, poco después, también comenzó a colaborar con un espía estadounidense.
En octubre de 1959, todavía en la Isla, Lorenz bebió un vaso de leche y cayó sin sentido al suelo. Afirma que la envenenaron. Uno de los colaboradores del comandante cubano organizó su repatriación a Nueva York y ella despertó luego en un hospital de Manhattan. Su embarazo había desaparecido.
Ya recuperada, se convirtió en una espía y regresó en 1961 a matar a Castro. Según describe, el cubano se sorprendió cuando la vio de regreso y, sabiendo a lo que había ido, le ofreció su arma y la desafió. Ella no pudo matarlo.
La alemana cuenta que años después, en 1981, visitó a Fidel Castro por última vez y conoció al hijo de ambos.
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