RENATO SANTOS 28/12/2016 Una nueva modalidad ha surgido contra la libertad de prensa en la Venezuela actual.
Los gobiernos dictatoriales que ha conocido el país, tanto los de facto como los de origen democrático pero de prácticas autoritarias, han atropellado a la prensa independiente con los métodos de fuerza que se conocen tradicionalmente: el cierre de periódicos, el carcelazo contra los periodistas y la censura directa, ejercida a través de un censor.
A la par, siempre estos gobiernos de fuerza apadrinaron a la prensa complaciente y gobiernera.
El feroz dictador que fue Juan Vicente Gómez persiguió con saña a Rafael Arévalo González, Job Pim, José Rafael Pocaterra y Leoncio Martínez, y a la vez que protegió a “El Nuevo Diario”, el periódico pro oficialista que dirigía Laureano Vallenilla y cuyos talleres fueron saqueadaos a la caída del régimen.
Durante la dictadura de Pérez Jiménez la prensa independiente se convirtió en clandestina, se estableció la junta de censura y aún se recuerda el lápiz rojo del censor Vitelio Reyes. “El Heraldo” era el vocero progubernamental.
Rómulo Betancourt, “el padre de la democracia”, no se quedó atrás. Los talleres de “Clarín” y “Tribuna Popular” fueron allanados y muchos periodistas fueron a parar a la cárcel.
Con la “revolución” chavista cambiaron los métodos. Lo brutal pasó a ser sutil. A RCTV no se le cerró, pero no se le renovó su concesión, que vino a ser lo mismo.
En el año 2014 el Gobierno, con la crisis económica y la escasez de divisas, asumió el control total y absoluto de la importación y venta del papel prensa. Una aberración monopólica que la Constitución vigente prohíbe.
Al frente de la empresa estatal encargada de la venta de papel a los periódicos está un funcionario que se identifica como miembro del “Estado Mayor de la Comunicación”, ente adscrito al Ministerio de Información.
Para los medios oficiales hay papel en abundancia, mientras que a los periódicos independientes, fuentes además de numerosos puestos de trabajo, se les niega el insumo, se les regatea o se les dosifica en cantidades irrisorias. Un mecanismo sutil y atípico de asfixiar y promover el cierre. Así está ocurriendo contra “La Razón”. Un bloqueo y una guerra como las que dice el presidente Maduro que hay contra la economía del país. Daremos la pelea. No nos arrodillarán.
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