RENATO SANTOS 08/01/2017
Brian Fincheltub
Para nadie es un secreto que la Asamblea Nacional afronta un cerco criminal que le impide traducir el ejercicio de sus funciones en resultados concretos, hecho que se produjo, por cierto, desde el propio día de su instalación hace un año, cuando la bancada de la plata comenzaba a cuestionar la elección de los diputados de Amazonas tras darle vueltas a varios señalamientos que solo buscaban convertir inmediatamente en duelo la contundente victoria electoral de la oposición.
Desde el punto de vista institucional el rescate de un poder público tan importante como el parlamento no es un asunto deleznable, pero como oposición debemos entender que la gente que sufre y padece no come con hechos simbólicos. Para ellos la legitimidad quizás sea importante, pero no tanto como procurar la comida del día, las medicinas o estirar el salario para que llegue al mes.
Los venezolanos hoy no solo deben soportar el peso de la crisis, sino también la pesada carga de la desesperanza que la acompaña y, en honor a la verdad, no hemos sido capaces de darle certitud y confianza a la gente estos últimos meses.
Cuando hablo de estrategia me refiero a ir un paso adelante de la respuesta reactiva, que muchas veces, pese a lo previsible de algunos escenarios, llega tarde. La Asamblea Nacional, hoy conducida por una persona que admiro y respeto por su tacto político, debe ser más que un foro de debate y pasar a definir la ruta de acción para el cambio urgente en Venezuela. Sin dilaciones, sin errores de cálculo, sin improvisaciones, porque para improvisados, dieciocho años de chavismo- madurismo son suficientes.
El rol de Julio Borges acompañado de la fuerza de Unidad es mostrarle al país que la oposición está preparada para ser gobierno, no porque grite más fuerte que los captores del poder, sino porque es coherente con lo que promete y va hacia adelante haciéndolo cumplir.
En su discurso Julio Borges lo dijo: “Aquí no habrá más elecciones si no hacemos lo que tenemos que hacer”. Es hora de mostrarle al pueblo que somos capaces de rescatar el país e inspirarlos para que se unan a una lucha que lejos de limitarse a las paredes del hemiciclo, tendrá que librarse en cada rincón de Venezuela donde haya un venezolano descontento y humillado. Llegó la hora.
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